El mar

Una brisa cálida acariciaba su pálida piel, los rayos de sol la bañaban con delicadeza, el aire olía a sal el ambiente era salado, se sentó en la arena blanca a pensar. Y recordó aquellos tiempos pasados en los que había sido alguien importante, en los que se había sentido querida y valorada, en esos años que habían supuesto su verdadera destrucción.

Ahora ya no consumía, hacía casi dos años que había dejado de pincharse y aunque a veces la necesidad de evadirse del mundo era más fuerte que su propia voluntad, sabía que jamás sería capaz de volver a hacerlo.

NUNCA MÁS, se decía mientras abrazaba su cuerpo y dos lágrimas secas recorría su blanquecino rostro, no sabía exactamente por qué lloraba, no era de alegría, pero tampoco de tristeza, algunas veces somos incapaces de describir lo que sentimos, algunas veces lloramos de felicidad, otras veces reímos por no llorar, es tan compleja nuestra mente que ni siquiera somos capaces de justificarnos a nosotros mismos, que no somos capaces de explicar lo que sentimos.

Ahora se encontraba allí frente al mar y se sentía tan insignificante, que hasta una leve brisa podría derrumbarla y destrozarla por completo. Se lo había prometido a él “Prométeme que cuando te encuentres a ti misma, cuando estés en paz con tu yo interior, irás a ver el mar y dejarás que las olas acaricien tu cuerpo y la sal seque tus heridas” . No se había encontrado a si misma, no se encontraba en paz con su yo interior, pero estaba convencida que eso jamás pasaría, el mar no iba a acariciar su cuerpo, ni la sal secaría sus heridas. Aquella mañana se levantó y supo que era el momento de cumplir su promesa, y salió de casa con ganas de encontrarse con el horizonte.


Llegó el atardecer y seguía ahí, totalmente inmóvil mientras se acercaba el crepúsculo y el color naranja del cielo se extendía por cada rincón, no pensaba moverse, al menos no por el momento, sentía una paz que hacía mucho tiempo que anhelaba, quizás estaba empezando a encontrarse, sonrió y observó como el sol se fundía con el mar, sumiendo la playa en una noche oscura y profunda.    



“Prométeme que cuando te encuentres a ti misma, cuando estés en paz con tu yo interior, irás a ver el mar y dejarás que las olas acaricien tu cuerpo y la sal seque tus heridas”

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